Hablar del pan dulce a través de su historia, es remontarnos a varios pasajes gastronómicos, en donde sucesos importantes históricos se hicieron presentes, en un primer momento en la época de la conquista con la llegada de los españoles, en donde se comenzó con la producción del trigo criollo.
De acuerdo a la Cámara Nacional de la Industria Panificadora (CANAINPA), el inicio de la industria panadera se dio en el año 1524, y fue a fines del siglo XVIII cuando la influencia europea de franceses e italianos llego al país, primero con negocios familiares en donde el jefe de familia fungía como maestro panadero y sus descendientes como pupilos.
Desde entonces el ingenio del mexicano ha dado vida y color a los panes mexicanos, canela, piloncillo y azúcar, pronto fueron los ingredientes perfectos para hacer de la panadería mexicana un distintivo gastronómico a nivel mundial, nació entonces la tradición de ir a la panadería en familia y comer una deliciosa concha con un chocolate caliente.
La famosa pregunta ¿A que hora sales por el pan? se hizo común, las mesas comenzaron a llenarse de color y sabor cuando las charolas de pan se llenaban, en este viaje por el tiempo es visible el valor de la unión familiar, y un aspecto trascendental, estamos hablando del trabajo artesanal del panadero, que lleva en las manos magia, una especie de hechizo heredado por los indígenas, donde el principal objetivo es enamorar a los clientes con los mejores sabores.
Hoy los hornos de la panadería esperan transformar masas en momentos, instantes que perduren en la memoria gustativa del comensal, pero también en la memoria familiar, ese día en que la abuela nos contó sus aventuras mientras degustaba de su cocol, la fantástica serenata que finalizó con un pan y chocolate caliente, una tradición que espera no ser finalizada y perdurar de generación en generación.
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